¿Cuánto vale tu fuerza de trabajo? La mía se regala en una esquina de la barra de un bar.

¿Cuánto esfuerzo y dedicación has invertido en adquirir las competencias necesarias para desarrollar tu trabajo de manera eficiente? En mi caso parece que nada, parece que está muy extendida la creencia que tenía una señora en el mercado; no entendía como podía costar tanto la verdura, si total “es una cosa que sale sola.”

No estamos evidentemente en la antigua Grecia, donde la agricultura era entendida como una ciencia mayor y era la última que se estudiaba después de todo el  ciclo formativo.

No estamos en la Rusia soviética donde los koljós jugaron un papel esencial en el triunfo de la revolución y en su posterior desarrollo.

Ni siquiera estamos en Cuba, donde la asignación media de un campesino iguala a la de un ministro del gobierno nacional, (eso sí es ser esencial y no que te den una palmadita en la espalda después de haber intentado prohibir los mercados durante el estado de excepción).

Estamos en un país donde la lucha del campesinado está centrada en que no se regale la leche en los supermercados y vemos que se regalan los pepinos en los bares.

Estamos en una región donde los últimos 5 años ha desaparecido un caserío de  menos de 5 ha cada dos minutos, y donde sin embargo el volumen global de producción agroalimentaria se ha mantenido estable, donde por supuesto, ese volumen de producción antes creado por la agricultura campesina, (aquella que enfría el planeta, aquella que es justa en sus relaciones), ha sido desviada hacia el agrobussines sin ningún tipo de pudor.

Estamos en un país donde la solución que se nos plantea ante el próximo colapso es que los políticos profesionales dejen de usar corbata, cuando tienen la solución en su mano y no la quieren ver, cuando tienen la solución en su mano y la están dejando morir.

Estamos en Hego Euskal Herria, donde en un bar se exhibe y se regala el fruto del trabajo de un compañerx de clase. Y no va a ningún lado, es sólo la actitud, pero esa actitud tiene un nombre. Y no es un nombre bonito.

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